Venimos de ver el Moisés de Miguel Angel en la iglesia San Pietro in Vincoli. Por la misma escalera por la que hemos subido a la plaza de la iglesia regresamos a la vía Cavour. Bajamos la calle en dirección a la transitada vía del Foro Imperial. Hemos decidido girar a la izquierda por la primera calle que encontramos, la vía degli Annibaldi, mucho más despejada de gente, y al fondo ya vemos el Coliseo.
Subiendo por la vía degli Annibaldi llegamos al Coliseo |
Al igual que ocurre en el Vaticano es inevitable tener que hacer fila para entrar al Coliseo. Siempre hay gente, mucha gente, ya que es uno de los dos monumentos más visitados. Este anfiteatro, construido en la segunda mitad del siglo I durante el mandato del emperador Tito, está considerado el símbolo de la Roma Eterna, de la de época de máximo esplendor.
Por el interior del Coliseo estaréis todo el rato subiendo y bajado escaleras por las galerías, mirando el interior -el foso descubierto y las gradas- y el exterior, ya que hay unas magnificas vistas del foro imperial, la zona en la que estuvieron los principales templos, arcos del triunfo y edificios como el Senado, centro del poder del Imperio Romano.
En el Coliseo, llamado en un principio anfiteatro Flavio, cabían 50.000 personas y se celebraban todo tipo de espectáculos, desde luchas de gladiadores y recreación de batallas hasta la muerte de prisioneros. Para su inauguración se celebraron 100 días seguidos de juegos.
No es barata la entrada (12 euros el adulto), ya que también da derecho a recorrer el foro y en la misma zona el Palatino. Es una entrada combinada.
Está en la vía Triumphalis y es fácil imaginar el recorrido que hacían los emperadores y sus legiones para pasar bajo el arco y dirigirse a la izquierda por la vía Sacra, en el foro imperial, dónde están los arcos de Septimio Severo y Tito.
La Vía Sacra era hace 2.000 años el corazón de Roma, la gran calle, que comunicaba el Coliseo con la colina del Capitolio.
tramo original de la Vía Sacra |
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